A medida que la industria busca soluciones más sostenibles frente al impacto ambiental del plástico, los términos compostable y biodegradable se han convertido en protagonistas. Pero no son lo mismo, y sus diferencias son clave para tomar decisiones responsables y efectivas.

El plástico compostable está diseñado para descomponerse en condiciones específicas de compostaje industrial: temperaturas constantes superiores a 55°C, alta humedad y presencia de ciertos microorganismos. Sin embargo, en Colombia la realidad es otra. Según cifras del sector ambiental, actualmente solo un porcentaje mínimo del plástico compostable logra llegar a plantas industriales adecuadas, y se estima que hay menos de 20 instalaciones en el país con capacidad para manejar este tipo de materiales a gran escala. Esto significa que gran parte de estos plásticos, en lugar de transformarse en compost, terminan en rellenos sanitarios o incluso en cuerpos de agua.

Por el contrario, el plástico biodegradable tratado con tecnologías como P-Life® representa una solución realista, escalable y alineada con las condiciones del entorno colombiano. Este aditivo se incorpora directamente en el proceso de fabricación, permitiendo que el plástico mantenga sus propiedades físicas y funcionales, pero se biodegrade completamente al final de su vida útil. No requiere plantas especiales ni condiciones controladas: se descompone en CO₂, agua y biomasa en contacto con microorganismos comunes presentes en la tierra o vertederos.

P-Life® ha sido aprobado por la FDA para uso en productos en contacto con alimentos, no altera la transparencia ni la reciclabilidad del plástico, y es ideal para aplicaciones industriales como empaques, bolsas, utensilios desechables y más.

En un país donde aún estamos fortaleciendo nuestra infraestructura de tratamiento de residuos, optar por tecnologías como P-Life® es una decisión responsable que contribuye significativamente a cerrar el ciclo de vida del plástico y avanzar hacia una economía verdaderamente circular.